Los hombres de verdad comen carne. ¿O no?

La masculinidad se construye socialmente a partir de normas, comportamientos, atributos y roles asignados culturalmente a los hombres (Dunning, 1986). No es una identidad fija, sino un estatus que debe reafirmarse de manera continua. Esta necesidad de validación constante incrementa la sensibilidad de los hombres al estatus social y a las señales relacionadas con el …

La masculinidad se construye socialmente a partir de normas, comportamientos, atributos y roles asignados culturalmente a los hombres (Dunning, 1986). No es una identidad fija, sino un estatus que debe reafirmarse de manera continua. Esta necesidad de validación constante incrementa la sensibilidad de los hombres al estatus social y a las señales relacionadas con el género (Vandello et al., 2008), favoreciendo la adopción de conductas consideradas “típicamente masculinas”. Entre ellas se encuentran determinadas elecciones alimentarias, siendo el consumo de carne uno de los ejemplos más representativos. Desde esta perspectiva, comer carne puede entenderse como una forma de expresión de la masculinidad, una práctica simbólica mediante la cual los hombres comunican su identidad de género.

Hombres veganos VS mujeres veganas

Ser vegano siendo hombre cuestiona de forma directa los mandatos de género tradicionales. Desde edades tempranas se interioriza la idea de que las verduras son “femeninas” y la carne “masculina”, tal y como han mostrado diversos estudios. Por este motivo, los hombres veganos suelen recibir más críticas y rechazo social que las mujeres veganas, al percibirse como una amenaza mayor al orden de género establecido.

Sin embargo, al romper la asociación entre carne y masculinidad, los hombres veganos contribuyen a ampliar y redefinir los modelos de masculinidad existentes. La adopción de un estilo de vida vegano por parte de hombres favorece la normalización de masculinidades más igualitarias, lo que a su vez se asocia con actitudes más positivas hacia el vegetarianismo, una menor dependencia de la carne y beneficios tanto para la salud como para la sostenibilidad ambiental.

Hombres, carne y testosterona

La idea de que reducir o eliminar la carne es “poco masculino” se ve reforzada por la desinformación presente en medios de comunicación y redes sociales. En estos espacios se difunde el mensaje de que algunas alternativas vegetales, especialmente aquellas ricas en fitoestrógenos como la soja, pueden reducir la testosterona o “afeminar” a quienes las consumen. Sin embargo, la evidencia científica no respalda estas afirmaciones. El consumo de soja u otros alimentos vegetales no disminuye la virilidad ni afecta negativamente a la identidad masculina.

Un ejemplo claro es el consumo tradicional de soja en numerosos países asiáticos. Si estos alimentos tuvieran un efecto feminizante, ya se habría observado un impacto poblacional evidente. Además, sustituir productos animales por alternativas vegetales se asocia con mejoras en distintos indicadores de salud, incluido el mantenimiento de un peso saludable, lo que repercute positivamente en la salud sexual, la calidad del esperma y la líbido.

¿Por qué es clave analizar las diferencias por sexo en la alimentación?

Dado el elevado impacto ambiental del sistema alimentario y la creciente carga de enfermedades no transmisibles, existe un amplio consenso científico sobre la necesidad de avanzar hacia patrones dietéticos más saludables y sostenibles. Estos patrones no solo benefician a la salud humana y al medioambiente, sino que también contribuyen a una distribución más equitativa de los recursos alimentarios.

Los hombres presentan un mayor riesgo de mortalidad prematura asociado a un consumo elevado de carne roja y procesada en comparación con las mujeres, y además muestran una menor disposición a reducir su consumo. Por ello, resulta fundamental identificar los factores sociales y psicológicos que sostienen el elevado consumo de carne en los hombres, así como aquellos que pueden facilitar su reducción. Este conocimiento es clave para diseñar intervenciones dietéticas más eficaces y adaptadas a este grupo.

La adopción de nuevas masculinidades emerge como uno de los factores más relevantes para explicar la apertura masculina hacia la reducción del consumo de carne. Promover valores igualitarios desde edades tempranas no solo tiene implicaciones sociales evidentes, sino que también puede facilitar, a largo plazo, la transición hacia una alimentación más saludable y sostenible, imprescindible para el futuro del sistema alimentario.

Como Dietista-Nutricionista, entender cómo el género influye en lo que comemos es clave para acompañar cambios reales y sostenibles. Si quieres mejorar tu salud sin renunciar a tu identidad, cuestionar estos mandatos es el primer paso: una alimentación más vegetal puede ser saludable, suficiente y compatible con cualquier forma de ser hombre.